jueves, 1 de enero de 2015

IMPLANTACIÓN DE UNA POLITICA INDUSTRIAL. UNA TRAZA SOCIOLIBERAL

Una y otra vez el factor capital trata de imponerse al factor trabajo en el difícil equilibrio que surge de la pugna existente en el mercado de trabajo.

Una oferta de trabajo cada vez más pequeña, donde la especialización laboral ( técnica) de la demanda, se ofrece día a día como una verdadera herramienta de gestión y control del factor trabajo, es utilizada por el factor capital para la búsqueda de los mejores candidatos. Éstos se ofrecen en cuerpo y alma para competir dentro de la misma empresa, generando en ésta mayor capacidad para competir en un entorno cada vez más hostil y más amplio.

En muchas ocasiones la búsqueda del bienestar individual, tan anhelado por otra parte por todos los ciudadanos del mundo, se limita a ser una simple búsqueda de un estatus mínimo de supervivencia. Esto nos hace pensar cómo podemos definir el estado de bienestar desde un análisis del mercado de trabajo.

Las sociedades consideradas modernas, no pueden permitir que los ciudadanos no tengan mayores aspiraciones que la simple supervivencia, porque cuando esto es así, la ambición que todo ciudadano debe tener por mejorar sus condiciones de vida, se convierte en un conjunto de frustraciones individuales que transcienden a lo colectivo, y transforman el concepto de ciudadano frustrado en comunidad frustrada.
Una comunidad frustrada coagula la capacidad de desarrollo mental del país al que pertenece y con el paso del tiempo, esta frustración colectiva acaba en violencia tanto activa como pasiva, arrastrando al país hacia el fondo más oscuro de la evolución humana.

¿Qué consideramos por violencia pasiva?. La inacción tanto mental como física.
¿ Y violencia activa? La que todos conocemos: El uso de la fuerza frente a la razón.

Ambas dos se dan en todas las sociedades porque las dos están implícitas en el corazón del ser humano. Forman parte de él. Están en el ADN humano. Pero es cuando se convierten en explícitas, cuando verdaderamente hacen daño a la sociedad.

Por eso, el conjunto de la sociedad tiene que luchar permanentemente contra estas dos violencias para que sigan controladas por el propio individuo mediante el autocontrol de la violencia activa, y la automotivación que elimina la violencia pasiva.

Sobre la violencia activa no hay mucho más que decir de lo ya estudiado por grandes pensadores a lo largo de todos los tiempos. La pregunta de por qué el hombre es violento por naturaleza, tiene muchos análisis. Muchas respuestas y muchas explicaciones. Pero el hombre sigue siendo violento incluso en el siglo XXI. Esta es la triste conclusión.

Mediante el uso de la razón podemos en un momento de tranquilidad predicar la calma, el diálogo, el análisis de la situación y la búsqueda de lo positivo: mediación frente a cerrazón, la palabra frente al arma.
Y está demostrado estadísticamente que cuanto mayor es el grado de formación de los individuos de una sociedad, menor es el grado de violencia existente dentro de esta sociedad.
Pero ¿qué ocurre cuando la agresión es permanente? ¿Hasta qué punto la desesperación de los ciudadanos puede conducirse mediante el sosiego? O hasta qué punto es castigable la reacción violenta de un hombre frente a la agresión continua?

Llegado a este punto, es necesario distinguir entre dos tipos de agresiones:
La que recibe el individuo frente al sistema y la que recibe el individuo de otro individuo.

No indicamos el análisis de la violencia generada por el individuo frente al sistema, porque el sistema como herramienta de gestión social, representa lo que el conjunto de individuos definen como colectivo, y por tanto, la agresión del individuo hacia el sistema, habrá de ser sinónimo de la agresión entre individuos.

Nos centraremos en la agresión del sistema al individuo.

Si partimos del principio de que todo hombre civilizado quiere vivir en paz, crecer económica y socialmente más que sus padres, tener reconocimiento social y crear un entorno mejor que el que se encuentra con el fin de perpetuar en la siguiente generación un plus de evolución, estaríamos ante una afirmación que cualquier persona del planeta con una formación mínima o escuchando esto de alguien que sepa explicarlo, suscribiría.

Este principio podemos afirmarlo con rotundidad y claridad de ideas en la parte del planeta desarrollada. ¿Pero y en el resto? ¿Cuál sería el análisis de este principio en aquéllas partes del planeta con poblaciones deprimidas y sin escaso o ningún estado de bienestar?

Evidentemente la respuesta a esta última reflexión no la podemos analizar desde nuestro escaso conocimiento y con la escasez de medios que disponemos, por lo que vamos a centrar la reflexión en la visión del principio descrito desde el mundo desarrollado en el que tenemos la suerte de haber nacido ( no olvidemos que la suerte de cuna es una cuestión de mera probabilidad y no por ello somos ni más listos, ni menos, ni mejores que los que tuvieron menos suerte).

Volviendo a la cuestión principal del principio que todo hombre firmaría aceptar, ¿ cuál sería el equilibrio entre obligación y derecho del par individuo / sistema, por el que se cumpliría la ecuación descrita en el principio?
En un intento simple de definir en una ecuación dicho equilibrio, encontramos las siguientes variables:

Paz, crecimiento económico, crecimiento social, entorno estable, evolución intelectual y perpetuar la especie humana.

¿Cuáles de estas variables dependen del individuo exclusivamente? ¿ Cuáles de ellas se comportan de manera independiente respecto de las otras y respecto del individuo?

La respuesta es tan compleja como simple: Ninguna de las variables es independiente.

Aquéllas que en un principio podríamos pensar que son independientes y propias del individuo, como por ejemplo la paz, la evolución intelectual y el perpetuar la especie humana, se tornan en una idea imposible de independencia, por cuanto que está demostrado que es propio e intrínseco del ser humano y está en la naturaleza del mismo el perpetuarse, el engendrar descendencia como fin último de la existencia. Pero esta capacidad está influenciada plenamente con el entorno y la capacidad de adaptación del medio, por lo que no estamos ante una variable independiente.

¿Seríamos capaces de asegurar que si en los países subdesarrollados la sociedad alcanzara un nivel de desarrollo importante, seguirían teniendo muchos hijos? Si comparamos el comportamiento del hombre en el mundo desarrollado y consideramos este entorno como el destino alcanzado por la sociedad subdesarrollada, tendríamos que asegurar que el número de hijos descendería a unos niveles incluso preocupantes para cubrir la tasa de crecimiento vegetativo. En consonancia con esto, esta variable en la práctica se identifica con la existencia y protección de una unidad familiar.

Sabiendo que el hombre es un ser social por naturaleza, ¿puede por sí mismo asegurar la paz de su entorno aislándose de terceros que interactúan con él? La respuesta es fácil: no.

Lo mismo ocurre con la evolución intelectual y con el crecimiento social. ¿Cómo va a evolucionar el individuo si no es partiendo de un nivel intelectual adquirido? Y por otra parte, por qué va a querer el individuo crecer socialmente si no entiende la responsabilidad que ello implica? Sin la asunción de esta responsabilidad, el crecimiento social no es más que despotismo y degeneración del colectivo.

En conclusión, todas estas variables: paz, evolución intelectual, crecimiento social y posibilidad de perpetuar, dependen de la variable entorno.

En un entorno hostil, el individuo se centra exclusivamente en la supervivencia y como hemos dicho al principio, esta lucha permanente desencadena violencia activa.
Por otro lado, en un entorno demasiado “acomodado”, el individuo se torna egoísta, insolidario e inactivo y genera violencia pasiva. Ambas violencias, acaban por destruir la sociedad que las padece.
Y digo destruir y no construir, porque la violencia pasiva solamente se alcanza en aquéllas sociedades que por su nivel de desarrollo, crearon generaciones de individuos demasiado complacientes con su entorno, hasta el punto de que los valores transmitidos por la tradición y los adquiridos por la evolución, quedan solapados por los falsos valores de acomodamiento mal entendido.

A modo de ejemplo, recuerdo historias contadas por un amigo jesuita, que estuvo en las comarcas mineras asturianas en las que el alto porcentaje de mineros jubilados en edades absolutamente productivas ( entorno a los 45 años de edad) y con altísimas pensiones, configuró una línea de pensamiento “acomodado” que se transmitió desde los padres jubilados hacia los hijos veinteañeros. Por esta “norma no escrita” por la que se regían los padres, sus hijos no podían aceptar salarios bajos acordes con otras actividades distintas de la minería, y preferían estar en casa y cobrando de sus padres los gastos improductivos del ocio, antes que aceptar los trabajos mal pagados e ir adquiriendo experiencia laboral.
Esta actitud en la mentalidad de sus padres, generó un grado de violencia pasiva de tal magnitud que hizo perder a sus hijos varios años de evolución en la preparación y adecuación mental necesaria para enfrentarse a los problemas del mercado de trabajo.

Hoy, 30 años después de la reconversión minera, el paro en las comarcas es altísimo, la despoblación y deslocalización adquiere tintes dramáticos con un envejecimiento de la población muy por encima de la media nacional, y la desesperación de los jóvenes ante la falta de oportunidades es tremendamente preocupante.
En dicha comarca minera, los índices de ventas farmacéuticas de ansiolíticos son elevadísimos y muy rentables para la industria farmacéutica que no genera, salvo alguna excepción, valor añadido y riqueza entre la población afectada.
Si la mentalidad de sus padres ante el acomodo recibido, hubiera sido diferente y de estímulo, tal vez estaríamos poniendo otro tipo de ejemplos.

Evidentemente existen otros factores que ayudaron a crear este problema, pero solamente estoy analizando superficialmente el entorno como variable, y no las causas de este entorno concreto.


En consecuencia, el entorno que permite el desarrollo de todas las variables anteriormente descritas del modelo propuesto, habrá de ser aquél que es capaz de ofrecer a los individuos esperanza manteniendo a su vez, un determinado nivel de preocupación. Y el equilibrio en este enfrentamiento solamente se consigue con un entorno estable.

La estabilidad del entorno pasa por crear oportunidades para que los individuos puedan crear proyectos de vida a largo plazo y necesariamente se conseguirá con un entorno con crecimiento económico.

¿Y cómo conseguimos el crecimiento económico que a su vez desarrolle un entorno estable?
Todos los políticos quieren tener esta respuesta y desde luego que no es fácil de responder en la práctica. Y no lo es porque en la respuesta intervienen muchos órganos de decisión que, de no estar adecuadamente coordinados, no se alcanzará nunca un resultado óptimo.

La respuesta pasa por la definición e implantación a medio y largo plazo de una POLÍTICA INDUSTRIAL.
La política industrial es altamente demandada por todos los operadores del mercado de trabajo: sindicatos y empresarios, trabajadores y políticos. Y las variables a tener en cuenta son conocidas por todos: formación, interrelación subjetiva, disponibilidad de medios materiales, financiación y energía.

Si de forma adecuada se establecen acciones que actúen sobre todas estas variables, el sistema permitirá crear el entorno estable adecuado y oportunidades de negocio suficientes como para que el individuo se consolide en una sociedad en paz, crezca socialmente y evolucione en lo intelectual manteniendo unidades de familia suficientes para asegurar el futuro de la sociedad.

Los socioliberales abogamos porque la formación sea extensa tanto en lo técnico como en lo humano, y tiene que ir necesariamente de la mano de la interrelación subjetiva, es decir, dentro del periodo de formación, el individuo tiene que aprender a integrarse dentro de un mundo global, mediante intercambio de estancias temporales y formación en otros lugares afines. Se trata de construir al trabajador global e internacional, capaz de entender que el desplazamiento físico no es una amenaza, si va acompañado de condiciones óptimas.
Las empresas necesitan disponibilidad de medios, es decir, terrenos industriales adecuados y preparados en comunicaciones, telecomunicaciones y a un precio razonable en régimen de alquiler, no en propiedad, que se va adquiriendo con el paso de los años. El principio de que el suelo industrial es público y a un precio variable en función de los beneficios sociales que es capaz de generar la empresa que se instala, es un matiz a tener siempre en cuenta. De esta manera, las empresas tienen motivación por instalarse y quedarse en una determinada zona geográfica e ir alcanzando beneficios a medida que va consolidando empleo, siendo los periodos establecidos, por ciclos de 25 años.

La financiación adecuada para los proyectos ha de existir mediante una banca pública o semipública destinada a empresas y que compita directamente con la banca privada, ofreciendo productos de financiación viables. En este blog en otras intervenciones, ya hemos establecido nuestro criterio sobre la banca.

La energía estable es la última clave para la creación de una política industrial adecuada.
¿Cómo es posible que en las cabeceras industriales del país, no existan centros de producción energética sostenible mixta público – privada?

Es necesario hacer inversiones en centros de producción de energía con destino a la industria mediante la creación de empresas mixtas constituidas por una empresa pública junto a las empresas privadas implantadas en la zona de actividad y que se van a beneficiar de una energía adecuada a un precio razonable.
A modo de ejemplo indicamos la comarca de Avilés con una alta implantación de empresas grandes industriales con una capacidad de generación de empleo altísima.

Aprovechar la fuerza maremotriz del mar Cantábrico, los molinos de viento y cuantos pantanos sean necesarios para crear esta fuente de energía límpia que facilite a estas empresas cantidad y precios estables que las haga competitivas. ¿ A cambio? La obligación de implantación por periodos de 25 años y la reinversión y modernización de las plantas industriales.
¿Financiación? El proyecto es financiado por las propias empresas beneficiarias junto a la administración. De esta manera, las empresas beneficiarias transforman un coste variable de producción en un marco inestable, que es lo que tienen actualmente, en un coste fijo de amortización a 25 años. Esto les garantiza un bajísimo coste de energía lo que sin duda redunda en una inversión mayor en la planta industrial, beneficios asegurados que conllevan a modernización y creación de puestos de trabajo, estabilidad laboral y beneficios para la sociedad.

Este uno de los grandes retos que tiene Europa ahora mismo: convencer a las empresas para que la producción vuelva al continente y han de ser los políticos quienes se involucren de una vez por todas. No sirven de mucho las políticas monetarias planteadas por Bruxelas para estimular la economía. Se proponen 350.000 mll. De euros en financiación. Pero si no rompemos los principios neoliberales, solamente conseguiremos especulación. Si no impedimos volver a los principios progresistas con este dinero, solo conseguiremos derroche y despilfarro.

¿Los socioliberales? Hoy todavía no estamos. Cuando estemos, lo haremos.

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